Crucero por Sudamérica y Cataratas de Iguazú.
Publicado el 30 de diciembre de 2015 por Alicia.
Publicado el 30 de diciembre de 2015 por Alicia.
Hace tiempo que teníamos este
destino en nuestros pensamientos, es uno de esos viajes soñados que habíamos
sopesado en varias ocasiones y que, por diversas circunstancias, nunca nos habíamos
decidido a realizarlo. Pero en esta ocasión casi “sin pensar” y sobre todo, sin
tiempo para preparar, decidimos viajar a tierras sudamericanas para visitar
lugares emblemáticos y realizar un crucero escénico precioso navegando entre
fiordos y glaciares. Todo un espectáculo visual y una ruta fascinante, llena de
historia, cultura y lugares impresionantes.
Nuestro viaje empezó en
Santiago de Chile, visitamos también Viña del Mar y Valparaíso donde embarcamos
en un crucero de Holland America, el Zaandam, que nos llevó hasta Buenos Aires
y desde donde volamos a Iguazú para admirar la belleza de sus cataratas antes
de regresar de nuevo a casa.
En esta ocasión, hemos
realizado los vuelos con Iberia. No ha estado mal, teniendo en cuenta que la
última vez que había viajado con esta compañía el avión tenía unos asientos muy
estrechos para tratarse de un vuelo de larga distancia. En esta ocasión han
mejorado, sobre todo en el vuelo de regreso desde Buenos Aires al tratarse de
un avión más moderno. En cuanto al servicio, ha sido correcto en todo momento y
facilitan lo básico para este tipo de vuelos.
El traslado de Santiago de
Chile a Viña del Mar lo realizamos en autocar de línea, un servicio muy cómodo
y barato. Para ir de Buenos Aires a Iguazú, volamos a la ida con LAN y de
regreso con Aerolíneas Argentinas. Sobre este último ya hablaré con más detalle
pues nos lo anularon sin avisar y al enterarnos, por casualidad, nos colocaron
en otro vuelo que salía media hora más tarde aunque luego, debido a las
condiciones climatológicas, se retrasó bastante más.
Como ya he comentado, pasamos
unos días previos al crucero visitando Santiago de Chile, una ciudad extensa al
pie de los Andes, con rincones magníficos, con vistas maravillosas desde sus
cerros y de la cual pudimos disfrutar en unos días soleados y bastante
despejados para la habitual contaminación que dicen, suele envolver la ciudad.
Viña del Mar es una ciudad
muy turística, con poco atractivo pero agradable. Es un lugar lleno de hoteles
y restaurantes donde su mayor reclamo son las extensas playas bañadas por el
Pacífico.
En cambio Valparaíso, una
ciudad que a primera vista parece casi abandonada y con muchos de sus edificios
en ruinas, nos sorprendió gratamente. Sus coloristas calles, decoradas hasta el
último rincón, consiguen hacer de ella una ciudad alegre y curiosa para el
visitante.
En esta ocasión, hemos hecho el crucero con el
Zaandam, un barco más bien pequeño, muy parecido en dimensiones al Statendam
con el que hice mi ruta por Alaska. Es un barco muy cómodo y accesible, con
todo lo imprescindible y del que destaco fundamentalmente su iluminación, la
enorme biblioteca, la cubierta de paseo que permite rodear todo el barco y una
decoración impecable. A pesar de ser un barco que ya tiene unos cuantos años,
se encuentra conservado en perfecto estado.
Cuenta con varios salones y bares, un restaurante principal y un par de
restaurantes de pago, además de dos piscinas, una de ellas con cubierta
retráctil, para protegerla cuando la climatología exterior es adversa. El
servicio es muy correcto y el personal, muy amable. Facilitan el diario de a
bordo en castellano y también los menús del restaurante. Hay personal de habla
hispana a bordo con el que contactar en la oficina de atención al cliente. La
animación no es excesiva pero suficiente para hacer pasar buenos ratos a bordo,
sobre todo, en los días de navegación.
Hay comida a todas horas y
aunque se regrese tarde de una excursión en tierra, siempre es posible comer
algo en el barco. Nosotros teníamos turno fijo de cena pero en alguna ocasión
fuimos a cenar al buffet para poder aprovechar mejor nuestra escala. Tanto en
el restaurante principal como en el buffet, la calidad de la comida es muy buena.
Realizamos el embarque en Valparaíso.
Utilizan unos antiguos almacenes portuarios a modo de estación marítima que se
encuentran bastante céntricos aunque ese no es el lugar donde se halla atracado
el barco. Una vez se han realizado los trámites de embarque y se dejan las
maletas de mayor volumen, se accede a un autobús que traslada a los pasajeros
hasta el muelle correspondiente. Una distancia no demasiado grande que se
realiza atravesando la zona portuaria y que no se puede hacer nunca por cuenta
propia. En cualquier caso, están muy bien organizados y el embarque resulta fácil
y rápido. Además, la cabina estaba disponible al abordar el barco.
El desembarco lo realizamos
en Buenos Aires. La noche anterior habíamos dejado las maletas en la puerta del
camarote antes de las doce y las recogeríamos en la terminal. Hay que bajar del
barco a la hora asignada, sin esperar en ninguna zona común y se puede utilizar
el camarote hasta el momento de desembarcar.
La terminal es bastante
nueva, con tiendas, información turística y otros servicios. Hay una zona
destinada al equipaje donde lo ordenan por los colores de las etiquetas para
poder recogerlo.
Desde el muelle donde atraca
el barco hasta la terminal, un autobús transporta a los pasajeros para salvar
la corta distancia que los separa dentro del puerto.
La ruta del crucero es de catorce
noches desde Valparaíso hasta Buenos Aires. Tiene escalas muy interesantes como
Punta Arenas o Ushuaia que, por su ubicación, se consideran situadas en el fin
del mundo y por su paisaje, las hace muy especiales. Pero el entorno os puedo
asegurar que es realmente impresionante. La navegación entre los fiordos y
glaciares chilenos es espectacular y llegar a Cabo de Hornos hace que el
crucero se convierta en toda una aventura en tierras muy lejanas.
Como nota negativa, en
nuestro caso y debido a la climatología, nos fue imposible desembarcar en Port
Stanley, Malvinas. Una pena porque resultaba una escala interesante pero los
fuertes vientos que teníamos desde hacía ya más de un día y que mecían el barco
de tal manera que casi te caías de la cama por la noche, hicieron imposible el
desembarco. Lo primero, siempre, la seguridad.
Una vez finalizado el crucero
en Buenos Aires, recorrimos la gran ciudad argentina un par de días, visitando
sus barrios más emblemáticos y disfrutando de su gente. Nos ha gustado Buenos
Aires, tiene mil rincones que te sorprenden, la música está constantemente en
el aire y su gastronomía es una delicia para los sentidos.
Volamos a Puerto Iguazú, en
Argentina, para visitar durante dos días las cataratas. Un día lo destinamos a
la visita desde el lado Argentino y el otro para realizar la visita desde el
lado brasileño. Desde ambos lados simplemente se puede decir que es
impresionante. Además, hemos podido ver las cataratas en su pleno esplendor,
con muchísima agua debido al aumento de las lluvias provocado por el fenómeno
de El Niño. Un espectáculo en sí mismo, totalmente recomendable porque la
experiencia es única.
De regreso a Buenos Aires,
todavía pudimos disfrutar de la capital argentina durante dos días más.
Para finalizar, sólo decir
que las impresiones han sido muy buenas. Tanto la visita a las ciudades como el
crucero y por supuesto Iguazú, hacen de la ruta, un viaje inolvidable. Resulta
un recorrido muy interesante tanto
culturalmente hablando, como por el paisaje de la zona que es espectacular. La
amabilidad de la gente y la ausencia de barrera idiomática, hace que sea muy
fácil moverse y disfrutar de todas las maravillas que nos ofrecen esos países.
En breve empezaré a desgranar
los detalles del viaje!!!